Seis ciudades europeas activan en conjunto un ambicioso plan para intervenir en la pobreza energética de sus poblaciones más vulnerables. Cuentan con 5,1 millones de euros y cuatro años para demostrar que funciona.
Valencia lidera la acción. La empresa de innovación Kveloce se ocupará de hacer cuentas y estudiar cómo esta intervención puede ser sostenible más allá del proyecto. Si esas cuentas salen bien, podría servir como acicate político para promover en ayuntamientos y gobiernos planes de acción que alumbren una de las sombras inexcusables en las sociedades avanzadas del siglo XXI: Los que mueren de frío o se asfixian cuando el calor abruma.
La Comisión Europea ha dado luz verde al proyecto WELLBASED, incluido en el programa H2020, que liderará Valencia. Participan otras cinco ciudades europeas: Heerlen (Holanda), Leeds (Reino Unido), Edirne (Turquía), Budapest (Hungría) y Jelgava (Letonia). Todas serán urbes pilotos de WellBased durante 4 años, y arranca con todos los mimos y mimbres que exige un proyecto que aspira a mover sombras.
Poner la lupa donde pocos miran
Hasta ahora, los estudios sobre pobreza energética se han centrado casi exclusivamente en el frío. Pero no solo el invierno hiere.
El cambio climático azota, y los efectos de las olas de calor, cada año más frecuentes y más virulentas, exigen un mayor uso de refrigeración y mayor consumo de energía.
Las islas de calor, áreas urbanas embebidas en hormigón, se convierten en hervideros para quienes no cuentan con recursos para soportar la subida de temperaturas del verano. Sus consecuencias en la población más vulnerable están aún poco estudiadas, y será uno de los focos importantes de WELLBASED.
Además, el proyecto hará hincapié en detectar los efectos de la pobreza energética en la salud mental de quienes la sufren, otro aspecto poco estudiado hasta el momento.
El tercer pilar que hace robusto el proyecto, es la búsqueda de modelos económicos que puedan soportar el gasto de una acción que pretende mover montañas.
Kveloce tiene la tarea de llevar los números: restarle al gasto de la intervención el ahorro económico que supone la mejora en la calidad de vida de los grupos intervenidos. Los datos que manejan de estudios anteriores apuntan que no solo habrá ahorro: las cuentas bien hechas pueden dar como resultado que invertir en mejora energética produce beneficios, quizá atractivos para inversores que apuestan por aportar su granito de arena en emprendimientos con valor social.
Los barrios laboratorio de Valencia son Algirós, Camins al Grau y Poblats Marítims.
En cada una de las ciudades participantes el proyecto se dirigirá a la población más vulnerable. En el caso de València, el plan se desarrollará en los barrios de Algirós, Camins al Grau y Poblats Marítims. El piloto valenciano abarcará 90 viviendas localizadas en los tres barrios y a un total de 250 personas que serán divididas en dos grupos: uno de control y otro de intervención.
Plan de acción: Un kit y sus derechos
Cristina Ortuño es Trabajadora Social en la Fundación València Clima i Energia, uno de los organismo involucrado en el proyecto WELLBASED. Ortuño explica en una entrevista publicada en El Maritim Innova, en qué consiste la acción in situ que llevarán a cabo en los barrios piloto:
“Elaboramos un plan de intervención individualizado donde se incluye un kit de eficiencia energética a través de micro-medidas como la instalación de bombillas LED, elementos para mejorar la estanqueidad y el aislamiento de la vivienda, como burletes, film efecto doble vidrio para las ventanas, etc”.
En todo caso, las intervenciones tienen en cuenta las particularidades de cada hogar. “El kit puede incluir bombillas, pero también otros dispositivos que encajen mejor –añade Cristina Ortuño-. Por ejemplo, en el caso de una vivienda sin puntos de luz operativos, optamos por un tubo fluorescente móvil que se podía conectar al enchufe de la luz en cualquier lugar de la casa. En la misma vivienda, nos encontramos con una ventana rota y en el kit incluimos cinta autoadhesivas para minimizar las corrientes de aire, etc.”. Se trata de mirar las heridas del hogar por donde escapa el calor y proporcionar el modo de cerrarlas.
Además, asesoran a la familia sobre sus derechos como inquilinos, y la posibilidad de acudir al propietario de la vivienda para cubrir el daño; les ayudan a optimizar facturas, y más a largo plazo, les ofrecen formación para realizar un uso adecuado de la energía y que conozcan sus derechos energéticos.
Los que mueren, en invierno y en verano
Fantine. Madre soltera. El agotamiento en el trabajo hace que caiga enferma y la despiden. Hace mucho frío en la ciudad. Necesita diez francos para comprarle una falda de lana a Cosette, su hija. Para comprarle la falda, Fantine se corta el pelo y lo vende. “Mi hija no volverá a pasar más frío, porque la he vestido con mi pelo”. El relato anterior es uno de los muchos momentos punzantes de Los miserables, de Victor Hugo, una de las obras más importantes del siglo XIX. La novela plantea con crudeza una discusión sobre el bien y el mal, la política, la ética y la justicia.
Siglo y medio después, Fantine sigue vendiendo su pelo para que su hijo no pase frío, aunque hoy no se llame Fantine. Hoy se podría llamar Adela, se llama Montse, Pedro, Andrés, y vive en València, en los barrios de Algirós, Camins al Grau y Poblats Marítims. Población vulnerable, y sí, les da pavor encender la calefacción porque no hay cómo pagarla.
La pobreza energética está relacionada con una mayor prevalencia de enfermedades físicas y mentales (asma, artritis, reumatismo, depresión, ansiedad, etc.) que afectan más intensamente a segmentos de población vulnerables como niños, adolescentes y ancianos, sobre todo ancianos que viven solos.
Es causa directa de absentismo escolar (“cómo va a hacer los deberes mi hijo, si se le congelan las manos”, cuenta Esther), y del aumento de la mortalidad causada por enfermedades cardiovasculares y respiratorias entre personas mayores de 60 años durante los meses de invierno. Hay datos que apuntan a que en verano los mayores no están a salvo, e incluso que el daño que sufren es mayor en ciertas áreas geográficas. Probarlo es uno de los objetivos de WELLBASED.
Lo peor, por ejemplo, de la vivienda de Alicia, es el moho, muy posiblemente la causa de los tres ingresos hospitalarios que ha tenido su padre, un jubilado que sufre asma crónica. Ocupar una vivienda con temperaturas inadecuadas durante el invierno o con moho y humedades tiene efectos implacables sobre la salud.
El aumento estacional de la mortalidad – denominado tasa de mortalidad adicional de invierno (exces winter mortality) – se calcula como un porcentaje que indica la diferencia promedio entre la mortalidad registrada de noviembre a marzo y la registrada en el resto de del año. De nuevo, los datos apuntan a procesos similares durante las olas de calor por falta de acondicionamiento en las ciudades. También habrá que probarlo.
Como puede verse en el gráfico, existen grandes diferencias en las tasas de mortalidad adicional de invierno registradas en países occidentales.
La de España (21%) es, junto con las de Portugal e Irlanda, una de las más elevadas de Europa. Asumiendo que tan sólo un porcentaje de dichas muertes son consecuencia de vivir en una vivienda con temperaturas inadecuadas, la pobreza energética podría estar detrás de entre 2.300 y 9.300 muertes al año en nuestro país, una cifra, en todo caso, superior a la de muertes por accidente de tráfico en la actualidad.
Por su parte, un informe de la Organización Mundial de la Salud (World Health Organisation, 2011) indica, sobre la base de una extensa revisión de estudios llevados a cabo en Europa desde mediados de la década de los noventa del siglo pasado, que el 30% de la mortalidad adicional de invierno se debe a unas insuficientes condiciones de climatización en viviendas. Tomar este porcentaje de referencia supondría hablar de alrededor de 7.200 muertes prematuras al año en nuestro país. La cifra es abrumadoramente alta. Sumemos las que no se cuentan hasta ahora, aquellas que son consecuencia de las olas de calor.
“Es la economía, estúpido”
Al final, suele ser la economía la que mueve las piedras. Y el proyecto WELLBASED tiene como objetivo no solo mostrar la mejora en el bienestar y la salud de las personas, sino también que invertir para solucionar la pobreza energética ahorra dinero.
WELLBASED busca vincular la pobreza energética con la salud física y mental, y, además, con el gasto que supone atender a una población que vive congelada o asfixiada en verano. Medir el impacto del plan de intervención es una estrategia pensada para garantizar su sostenibilidad.
Se trata de convertir en números la mejora en la salud física y mental de la población afectada. ¿Podría resultar rentable a largo plazo invertir en su calidad de vida? Y, ¿qué hay del impacto social? Kveloce se encargará de medir, por ejemplo, cuánto suma en riqueza social menguar las elevadas tasas de abandono escolar en estas poblaciones vulnerables.
Las casas que no están bien acondicionadas aumentan el gasto sanitario y farmacéutico. La lógica manda: los hogares que son intervenidos para aumentar la eficiencia energética disminuyen su gasto sanitario (menos hospitalizaciones, visitas a urgencias hospitalarias, menos consumo de medicamentos) frente a los hogares que no son intervenidos.
Hay pocos estudios coste-beneficio sobre los programas de mejora de la eficiencia energética, pero sí hay alguno. El programa del norte de Irlanda “Warm Houses” que invirtió en un año (2008-2009) 109 millones de libras, estimó que recuperó un 42% en menor gasto sanitario. Otro estudio en Inglaterra estimó que por cada libra invertida en evitar la pobreza energética, el NHS recupera 40 peniques en ahorro en gasto sanitario
¿Por qué se ahorra dinero?
Algunos estudios estiman que entre un 40 y 50% de la inversión en mejora de la eficiencia térmica de las viviendas, se recupera por el ahorro asociado en gasto sanitario y farmacéutico. Habría que añadir una premisa con la que trabaja Kveloce, y es que también se considere el ahorro social de vivir mejor, por ejemplo, serán menos personas las que soliciten reducción de bono en facturas de la luz. Tendrán que cuantificarlo.
En España, la estancia media de un ingreso hospitalario convencional es de siete días. ¿Su coste? 5.101 euros, lo que se traduce en casi 700 euros por cada día de hospitalización. Así se desprende de la última actualización sobre costes publicada en 2017 por el Ministerio de Sanidad con base en la información de 2014 y 2015. El gasto farmacéutico a través de recetas cerró 2020 con un importe de 11.077 millones de euros y un total de 979 millones de recetas facturadas.
Así, el objetivo de WELLBASED es demostrar la hipótesis de partida: intervenir en pobreza energética mejorará el bienestar de los ciudadanos, eso hará que tengan menos enfermedades y resultará un ahorro en el gasto sanitario público incluso superior a lo invertido.
Resultados preliminares obtenidos en una investigación previa a pequeña escala realizada por Kveloce y financiada por la Agencia Valenciana de la innovación (AVI), donde se han estudiado datos de intervenciones en pobreza energética previamente desarrolladas, apuntan claramente a dicha hipótesis.
Si las cuentas cuadran, servirán como un argumento político que suma, para promover en ayuntamientos y gobiernos planes de acción contra la pobreza energética. Y sí, que se haga la luz.
El proyecto WELLBASED, incluido en el programa H2020 y que lidera València cuenta con la aportación de socios locales que se han agrupado en un consorcio. Este consorcio local, coordinado por Las Naves, está formado por la Fundación València Clima i Energia, el Instituto de Investigación Sanitaria INCLIVA, del Hospital Clínico de València, y la empresa especializada en innovación y proyectos europeos Kveloce I+D+i.[:]