Cuando la COVID-19 ha puesto al mundo patas arriba, las causas que defienden a los más heridos podrían parecer perdidas. ¿Quién va a ocuparse ahora de los vulnerables cuando vulnerables somos todos? Las arcas gubernamentales están en coma. Sin embargo, una nueva estrategia para facilitar la cobertura de intervenciones sociales repunta con brío, más allá que como un salvavidas en el naufragio.
La estrategia recibe el nombre de Inversión de Impacto Social y anuncia un periodo prolongado de prosperidad sostenible, con un modelo donde impere la cooperación público-privada.
Supone, claro, ayuda para las personas vulnerables, pero también beneficio para gobiernos que, con la que está cayendo, podrán mantener en marcha el motor de la economía, engrasado con dinero privado. Además, hay un plus para los inversores de impacto, que obtendrán un retorno económico de la inversión. No es un fake. La Inversión de Impacto ha logrado cerrar el círculo.
La herramienta de trabajo se llama Bono de Impacto Social (BIS), también conocida en España como Contrato de Impacto Social (CIS). Si las ONGs transformaron el mundo de la ayuda social después de la Segunda Guerra Mundial, este siglo será el de los BIS. Los Bonos de Impacto Social se extienden por los cinco continentes, y el tsunami de la pandemia está acelerando su introducción en España.
En Valencia acaba de hacerse público “INVESTSOCIAL- Inversión de impacto, un nuevo mecanismo de financiación basado en resultados para fomentar la innovación y el bienestar social”, un proyecto financiado por la Agencia Valenciana de Innovación – AVI, que ha investigado estas novedosas herramientas para financiar retos sociales, a través de mecanismos basados en resultados.
La investigación la ha llevado a cabo la impresa de innovación Kveloce I+D+i, durante el periodo Febrero 2018- Marzo 2021, y acaba de presentar los resultados.
Resultados de INVESTSOCIAL
¿Funcionan los BIS? ¿Nos ponemos a ello? ¿Cómo? Esas son las preguntas a las que responde INVESTSOCIAL, y es el germen en Valencia de ese organismo que crece y se multiplica en el mundo, la inversión de impacto.
Pero qué son los BIS
Las causas no han cambiado desde hace demasiados siglos: Luchar contra la pobreza, mejorar las infraestructuras e instalaciones en zonas desfavorecidas, crear empleo, y un largo etcétera de sombras con las que las sociedades avanzadas seguimos lidiando. Lo que ha cambiado es que tenemos una nueva espada para la pelea.
La base de los Bonos de Impacto Social es esta: una administración pública (un ayuntamiento) identifica un reto o un problema social que hay que resolver, los inversores privados aportan su capital para financiar una acción social, una intervención para resolver ese problema determinado. Pero no es una donación al uso. Lo nuevo es que los gobiernos y/o ayuntamientos que activan la acción reembolsarán al inversor privado el capital en juego más un interés, según las condiciones pactadas, pero sólo si se consigue el resultado acordado. Quid pro quo.
Los BIS funcionan ofreciendo una tasa de retorno, pero esa ganancia está atada a un objetivo social o medioambiental.
La fórmula también incluye un agente fundamental, el evaluador, una empresa externa que se encargará de medir y contar si la intervención, en el plazo establecido, ha logrado su objetivo. Sin olvidar la pieza clave, aquella persona o empresa que quiera aportar su granito de arena para mover la montaña, los inversores de impacto. Son un nuevo modelo de inversor, que no camina por “Wall Street”, y no solo se preocupan del retorno financiero, para ellos suma el impacto social.
Los inversores del s.XXI
Lo interesante de la fórmula BIS para inversores del s.XXI es que uno puede invertir 5 euros o cinco mil millones si es Bill Gates. Además, hacerlo en proyectos alienados con los valores propios del particular o empresa que invierta, y contarán con un seguimiento externo de la intervención, que exigirá que el dinero no se pierda en burocracias añejas. Lo razonable es que el plan tenga éxito, lo que supone un retorno social, pero, además, significa un retorno económico.
Añadamos que, como evidencia The impact investment survey, encuesta elaborada por GIIN y JP Morgan, un 46% de los inversores de impacto están dispuestos a aceptar rentabilidades inferiores a mercado en este tipo de producto”. Aquí no invierte en Lobo de Wall Street, no es su bosque.
Dijimos que ganamos todos, ¿verdad?
Estos son los sumandos de la fórmula:
- El Estado, o un organismo público, que quiere actuar sobre un problema social.
- Los inversores de impacto, que adelantan el capital necesario para financiar la intervención y resolver el problema social
- Un proveedor de servicio -normalmente una ONG- que se dedicará a poner en marcha la intervención que se decida.
- También entrará en juego un evaluador externo -por ejemplo una universidad, otra ONG o una consultora como Kveloce I+D+i – que será la encargada de medir el éxito de los objetivos.
- Los réditos económicos vienen directamente ligados a los objetivos y suelen ser metas escalonadas.
Los pioneros: el origen de los BIS en una cárcel inglesa
En 2007 un grupo de inversores se reunió en el Bellagio Center de la Fundación Rockefeller para discutir lo que habían aprendido sobre una, relativamente nueva, forma de inversión. De esa reunión surgió el término “inversión con impacto”.
Impacto: esto significa algo que penetre, que quede, como el impacto de un meteorito, como una bala, como una emoción que permanece. La fórmula permite acciones sociales que puedan escalarse, que puedan ir recibiendo apoyo privado a medida que crecen, que se multipliquen los hogares a los que llegar, que el impacto no cambie solo aldeas, que cambie… ¿el mundo?
El primer Bono de Impacto Social se lanzó en el Reino Unido en el año 2010. Se trataba de un plan piloto para reducir los índices de reincidencia criminal en los prisioneros de la cárcel de Peterborough que, tras cumplir una sentencia de menos de 12 meses de prisión, quedaban en libertad.
El BIS, por un valor de £5 millones, se utilizó en el diseño de un programa de asistencia social para acompañar a los exconvictos en la búsqueda de un empleo, atención en salud, capacitación y un sitio para vivir.
El beneficio era, tal y como lo explica la organización Social Finance del Reino Unido, «menos delincuentes cometerán menos delitos, lo que implicaría menos cárceles que costarían menos dinero». A través del proyecto se logró una disminución del 8.4 % en la tasa de reincidencia.
Desde Peterborough, el uso de los Bonos de Impacto Social se multiplicó en Europa. En Países Bajos, el Ayuntamiento de Rotterdam promovió un Bono de Impacto Social para reducir el desempleo juvenil alentando y apoyando a los jóvenes para que inicien sus propios negocios. En enero 2017, el Ministerio de asuntos económicos y desempleo en Finlandia impulsó un Bono de Impacto Social para reducir la tasa de desempleo de los inmigrantes y refugiados que, en Finlandia , es de 2 a 5 veces más alta que la de la población nativa. Y, continuando el efecto del aleteo de la mariposa, saltó a otros continentes.
En Perú, se lanzó el primer bono de impacto social en enero de 2015 para ayudar a los indígenas Asháninka, del valle del Río Ene, a cultivar cacao y café con la calidad necesaria para participar en el mercado internacional, de manera que con el producto de las ventas, pudieran mejorar la calidad en salud, educación e infraestructura.
En EE.UU el BIS para educación preescolar de calidad en Utah, impulsado por los demócratas consiguió el respaldo de los republicanos al garantizar que el dinero de los contribuyentes solo se desembolsaría en caso de que se consiguieran los objetivos prefijados.
La lista de BIS en el mundo crece al día.
En 2019 este tipo de inversión aumentó un 37,5% respecto al año anterior, hasta alcanzar los 715.000 millones de dólares a nivel mundial en términos de activos bajo gestión, según el informe ‘Inversión de impacto: Capitalismo y Sostenibilidad’, que han elaborado de forma conjunta la Fundación PwC y Open Value Foundation.
Desembarco en Valencia
Y los BIS han desembarcado en Valencia. Acaba de hacerse público “INVESTSOCIAL- Inversión de impacto, un nuevo mecanismo de financiación basado en resultados para fomentar la innovación y el bienestar social”, el estudio desarrollado por Kveloce I+D+i .
La empresa de innovación Kveloce I+D+i ha testado la viabilidad de esta herramienta en un proyecto de intervención que se está desarrollando en estos momentos en Valencia. El proyecto recibe el nombre de WELLBASED. Es s un proyecto con fondos europeos que tiene como objetivo poner en marcha intervenciones para reducir la pobreza energética en 6 ciudades (entre ellas Valencia) , y aquí también se verá la viabilidad de financiar esas intervenciones a través de BIS.
Se llevarán a cabo acciones en barrios piloto desfavorecidos que sufren el devastador efecto de vivir sin poder pagar el recibo de la luz. El proyecto durará cuatro años, la intervención en pobreza energética 1 año, y Kveloce I+D+i se encargará de evaluar su éxito y de la viabilidad de financiar futuras intervenciones en pobreza energética a través de Bonos de Impacto Social.
Rebeca Lucas, de Kveloce I+D+i , lo explica con un ejemplo: “Imagina que el objetivo es que un 90% de los hogares que reciben intervención tengan una reducción de la factura de la luz del 30%. Si se logra, los inversores reciben su dinero de vuelta, más un plus pactado”.
Intervenir en pobreza energética supone, además, beneficios medibles que tienen que ver con el bienestar social de la población más desfavorecida, y que pueden calcularse en números. La reducción de hospitalización por enfermedad, el gasto farmacéutico, e incluso los beneficios que produce la escolarización de niños y niñas de estos barrios vulnerables. Todo esto, y más, se contabiliza en las cuentas del haber, y significan un alivio del peso que soporta el erario público.
¿Qué podemos conseguir si lanzamos Bonos de Impacto Social para que inversores privados participen? La primera conclusión del estudio es que, con más dinero, se podrían escalar las intervenciones en pobreza energética. Es decir, que la ayuda no llegue solo a los barrios piloto seleccionados, sino que se extienda a todas las familias vulnerables de la ciudad que la necesiten, generando un impacto positivo a gran escala. El objetivo principal de INVESTSOCIAL, financiado por la Agencia Valenciana de Innovación – AVI, ha sido escrutar estos instrumentos de financiación que, por un lado, pueden ser útiles para dinamizar el ecosistema valenciano de innovación y, además, permiten hacer frente a importantes retos de carácter social que no pueden detenerse, aunque los recursos públicos estén diezmados por la COVID-19.
Jaime Silos, Director de Desarrollo Corporativo de Forética, escribe en un artículo sobre los BIS: “Enhorabuena a aquellos que sean capaces de conectar causas sociales con los mercados de capitales. Hay mucho impacto que ganar”. Con WELLBASED, Valencia aspira al primer aplauso para un BIS de la región, porque ganar, ganamos todos.[:en] We transform your Ideas into R&D projects applying for EU and national grants and tax deduction[/su_button]
¿Funcionan los BIS? ¿Nos ponemos a ello? ¿Cómo? Esas son las preguntas a las que responde INVESTSOCIAL, y es el germen en Valencia de ese organismo que crece y se multiplica en el mundo, la inversión de impacto.
Pero qué son los BIS
Las causas no han cambiado desde hace demasiados siglos: Luchar contra la pobreza, mejorar las infraestructuras e instalaciones en zonas desfavorecidas, crear empleo, y un largo etcétera de sombras con las que las sociedades avanzadas seguimos lidiando. Lo que ha cambiado es que tenemos una nueva espada para la pelea.
La base de los Bonos de Impacto Social es esta: una administración pública (un ayuntamiento) identifica un reto o un problema social que hay que resolver, los inversores privados aportan su capital para financiar una acción social, una intervención para resolver ese problema determinado. Pero no es una donación al uso. Lo nuevo es que los gobiernos y/o ayuntamientos que activan la acción reembolsarán al inversor privado el capital en juego más un interés, según las condiciones pactadas, pero sólo si se consigue el resultado acordado. Quid pro quo.
Los BIS funcionan ofreciendo una tasa de retorno, pero esa ganancia está atada a un objetivo social o medioambiental.
La fórmula también incluye un agente fundamental, el evaluador, una empresa externa que se encargará de medir y contar si la intervención, en el plazo establecido, ha logrado su objetivo. Sin olvidar la pieza clave, aquella persona o empresa que quiera aportar su granito de arena para mover la montaña, los inversores de impacto. Son un nuevo modelo de inversor, que no camina por “Wall Street”, y no solo se preocupan del retorno financiero, para ellos suma el impacto social.
Los inversores del s.XXI
Lo interesante de la fórmula BIS para inversores del s.XXI es que uno puede invertir 5 euros o cinco mil millones si es Bill Gates. Además, hacerlo en proyectos alienados con los valores propios del particular o empresa que invierta, y contarán con un seguimiento externo de la intervención, que exigirá que el dinero no se pierda en burocracias añejas. Lo razonable es que el plan tenga éxito, lo que supone un retorno social, pero, además, significa un retorno económico.
Añadamos que, como evidencia The impact investment survey, encuesta elaborada por GIIN y JP Morgan, un 46% de los inversores de impacto están dispuestos a aceptar rentabilidades inferiores a mercado en este tipo de producto”. Aquí no invierte en Lobo de Wall Street, no es su bosque.
Dijimos que ganamos todos, ¿verdad?
Estos son los sumandos de la fórmula:
- El Estado, o un organismo público, que quiere actuar sobre un problema social.
- Los inversores de impacto, que adelantan el capital necesario para financiar la intervención y resolver el problema social
- Un proveedor de servicio -normalmente una ONG- que se dedicará a poner en marcha la intervención que se decida.
- También entrará en juego un evaluador externo -por ejemplo una universidad, otra ONG o una consultora como Kveloce I+D+i – que será la encargada de medir el éxito de los objetivos.
- Los réditos económicos vienen directamente ligados a los objetivos y suelen ser metas escalonadas.
Los pioneros: el origen de los BIS en una cárcel inglesa
En 2007 un grupo de inversores se reunió en el Bellagio Center de la Fundación Rockefeller para discutir lo que habían aprendido sobre una, relativamente nueva, forma de inversión. De esa reunión surgió el término “inversión con impacto”.
Impacto: esto significa algo que penetre, que quede, como el impacto de un meteorito, como una bala, como una emoción que permanece. La fórmula permite acciones sociales que puedan escalarse, que puedan ir recibiendo apoyo privado a medida que crecen, que se multipliquen los hogares a los que llegar, que el impacto no cambie solo aldeas, que cambie… ¿el mundo?
El primer Bono de Impacto Social se lanzó en el Reino Unido en el año 2010. Se trataba de un plan piloto para reducir los índices de reincidencia criminal en los prisioneros de la cárcel de Peterborough que, tras cumplir una sentencia de menos de 12 meses de prisión, quedaban en libertad.
El BIS, por un valor de £5 millones, se utilizó en el diseño de un programa de asistencia social para acompañar a los exconvictos en la búsqueda de un empleo, atención en salud, capacitación y un sitio para vivir.
El beneficio era, tal y como lo explica la organización Social Finance del Reino Unido, «menos delincuentes cometerán menos delitos, lo que implicaría menos cárceles que costarían menos dinero». A través del proyecto se logró una disminución del 8.4 % en la tasa de reincidencia.
Desde Peterborough, el uso de los Bonos de Impacto Social se multiplicó en Europa. En Países Bajos, el Ayuntamiento de Rotterdam promovió un Bono de Impacto Social para reducir el desempleo juvenil alentando y apoyando a los jóvenes para que inicien sus propios negocios. En enero 2017, el Ministerio de asuntos económicos y desempleo en Finlandia impulsó un Bono de Impacto Social para reducir la tasa de desempleo de los inmigrantes y refugiados que, en Finlandia , es de 2 a 5 veces más alta que la de la población nativa. Y, continuando el efecto del aleteo de la mariposa, saltó a otros continentes.
En Perú, se lanzó el primer bono de impacto social en enero de 2015 para ayudar a los indígenas Asháninka, del valle del Río Ene, a cultivar cacao y café con la calidad necesaria para participar en el mercado internacional, de manera que con el producto de las ventas, pudieran mejorar la calidad en salud, educación e infraestructura.
En EE.UU el BIS para educación preescolar de calidad en Utah, impulsado por los demócratas consiguió el respaldo de los republicanos al garantizar que el dinero de los contribuyentes solo se desembolsaría en caso de que se consiguieran los objetivos prefijados.
La lista de BIS en el mundo crece al día.
En 2019 este tipo de inversión aumentó un 37,5% respecto al año anterior, hasta alcanzar los 715.000 millones de dólares a nivel mundial en términos de activos bajo gestión, según el informe ‘Inversión de impacto: Capitalismo y Sostenibilidad’, que han elaborado de forma conjunta la Fundación PwC y Open Value Foundation.
Desembarco en Valencia
Y los BIS han desembarcado en Valencia. Acaba de hacerse público “INVESTSOCIAL- Inversión de impacto, un nuevo mecanismo de financiación basado en resultados para fomentar la innovación y el bienestar social”, el estudio desarrollado por Kveloce I+D+i .
La empresa de innovación Kveloce I+D+i ha testado la viabilidad de esta herramienta en un proyecto de intervención que se está desarrollando en estos momentos en Valencia. El proyecto recibe el nombre de WELLBASED. Es s un proyecto con fondos europeos que tiene como objetivo poner en marcha intervenciones para reducir la pobreza energética en 6 ciudades (entre ellas Valencia) , y aquí también se verá la viabilidad de financiar esas intervenciones a través de BIS.
Se llevarán a cabo acciones en barrios piloto desfavorecidos que sufren el devastador efecto de vivir sin poder pagar el recibo de la luz. El proyecto durará cuatro años, la intervención en pobreza energética 1 año, y Kveloce I+D+i se encargará de evaluar su éxito y de la viabilidad de financiar futuras intervenciones en pobreza energética a través de Bonos de Impacto Social.
Rebeca Lucas, de Kveloce I+D+i , lo explica con un ejemplo: “Imagina que el objetivo es que un 90% de los hogares que reciben intervención tengan una reducción de la factura de la luz del 30%. Si se logra, los inversores reciben su dinero de vuelta, más un plus pactado”.
Intervenir en pobreza energética supone, además, beneficios medibles que tienen que ver con el bienestar social de la población más desfavorecida, y que pueden calcularse en números. La reducción de hospitalización por enfermedad, el gasto farmacéutico, e incluso los beneficios que produce la escolarización de niños y niñas de estos barrios vulnerables. Todo esto, y más, se contabiliza en las cuentas del haber, y significan un alivio del peso que soporta el erario público.
¿Qué podemos conseguir si lanzamos Bonos de Impacto Social para que inversores privados participen? La primera conclusión del estudio es que, con más dinero, se podrían escalar las intervenciones en pobreza energética. Es decir, que la ayuda no llegue solo a los barrios piloto seleccionados, sino que se extienda a todas las familias vulnerables de la ciudad que la necesiten, generando un impacto positivo a gran escala. El objetivo principal de INVESTSOCIAL, financiado por la Agencia Valenciana de Innovación – AVI, ha sido escrutar estos instrumentos de financiación que, por un lado, pueden ser útiles para dinamizar el ecosistema valenciano de innovación y, además, permiten hacer frente a importantes retos de carácter social que no pueden detenerse, aunque los recursos públicos estén diezmados por la COVID-19.
Jaime Silos, Director de Desarrollo Corporativo de Forética, escribe en un artículo sobre los BIS: “Enhorabuena a aquellos que sean capaces de conectar causas sociales con los mercados de capitales. Hay mucho impacto que ganar”. Con WELLBASED, Valencia aspira al primer aplauso para un BIS de la región, porque ganar, ganamos todos.