Hasta hace relativamente poco, cuando hablábamos de “contaminación atmosférica”, asociábamos este término a la contaminación del aire exterior que es causada generalmente por las emisiones de los vehículos, la generación de energía y otras emisiones industriales y agrícolas. Sin embargo, en los últimos años y en gran parte debido al impacto global de la pandemia COVID-19, somos más conscientes de que el aire que respiramos en interiores también puede estar contaminado y de que esto, además, puede tener consecuencias importantes para nuestra salud.
Debido a la pandemia, estamos mucho más concienciados de la importancia de mantener una buena calidad del aire interior. La calidad del aire interior hace referencia a la calidad del aire dentro y alrededor de edificios y otras estructuras, puesto que afecta a la salud y el bienestar de los ocupantes de los mismos. En otras palabras, la calidad del aire interior determina cómo los contaminantes, la temperatura, la humedad y otros factores ambientales afectan a la salud y el bienestar de las personas que ocupan de manera temporal o permanente un espacio cerrado. Cuando la calidad del aire interior es inadecuada debido a la presencia de contaminantes comunes puede traer consecuencias negativas para nuestra salud. Estos efectos pueden ser:
- Efectos inmediatos, que pueden aparecer tras una única exposición o varias exposiciones repetidas a un contaminante y que pueden variar considerablemente de una persona a otra, en función de la edad o de la existencia de enfermedades previas. Estos efectos incluyen dolor de cabeza, mareos, fatiga o irritación de ojos, nariz y garganta. Además, pueden agravarse y empeorar, dando lugar a síntomas más graves, como el asma.
- Efectos retardados, que pueden aparecer incluso varios años después de que se haya producido la exposición y/o sólo tras largos o repetidos periodos de tiempo expuestos a determinados contaminantes. Entre estos efectos se encuentran, por ejemplo, las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, los efectos cognitivos o el cáncer. Además, estos efectos son más severos en determinados colectivos vulnerables. De hecho, los niños, las personas mayores, las personas con enfermedades preexistentes y las personas de bajo nivel socioeconómico suelen estar expuestos a niveles más elevados de contaminantes en interiores.
Recientes estudios de investigación sugieren que la concentración de contaminantes en el aire interior está aumentando debido, entre otros factores, al creciente uso de sustancias químicas en los productos domésticos, a la ventilación inadecuada, al calentamiento de las temperaturas y al aumento de la humedad. Estos estudios también han revelado que las actividades humanas en interiores tales como fumar, quemar combustibles sólidos, cocinar y limpiar; los vapores de los materiales de construcción; y los contaminantes biológicos, como mohos, virus o alérgenos, son fuentes potenciales de contaminación del aire interior. Dado que muchas de estas fuentes de contaminación proceden de las actividades cotidianas de nuestro día a día en interiores, podemos adoptar algunas medidas específicas para mejorar la calidad del aire interior que respiramos en estos espacios cerrados y, en consecuencia, disminuir o minimizar el riesgo de desarrollar enfermedades relacionadas con la deficiente calidad del aire interior. Estas medidas se dirigen principalmente a controlar las fuentes de contaminación, mantener una buena ventilación y reforzar los sistemas de filtración y desinfección del aire.
Además, conocer y controlar los contaminantes de interior más comunes, así como sus efectos sobre la salud, son herramientas clave para reducir el riesgo de problemas de salud relacionados con la mala calidad del aire interior. Y es en este contexto donde se enmarca el Proyecto K-HEALTHinAIR, cuyo objetivo es profundizar en el conocimiento sobre los contaminantes químicos y biológicos del aire interior que afectan a la salud humana, y proporcionar medidas asequibles para llevar a cabo un control más preciso y mejorar la calidad del aire interior.
A través de una exhaustiva actividad de investigación basada en una amplia campaña de monitorización de contaminantes químicos y biológicos del aire interior, K-HEALTHinAIR identifica los factores determinantes, sus fuentes y los posibles riesgos para la salud de la calidad del aire interior a partir de datos recogidos en escenarios reales, de la vigilancia de la salud pública y de grupos especialmente vulnerables como pacientes de alto riesgo, personas mayores y niños. Para ello, se llevan a cabo 5 estudios piloto en Europa, dentro de los cuales se han seleccionado 10 escenarios diferentes en lo que se lleva a cabo una recogida de datos multidisciplinar.
¡Conoce el proyecto!
Es fundamental priorizar la calidad del aire interior para preservar nuestra salud y bienestar en cualquier entorno cerrado, una lección vital que la pandemia nos dejó.