El cambio climático antropogénico ya es considerado el mayor desafío ambiental y social al que se enfrenta la humanidad en el siglo XXI, constituyendo una amenaza para el bienestar humano y la salud de ecosistemas y animales.
Según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), órgano internacional encargado de evaluar los conocimientos científicos relativos al cambio climático, la influencia humana en el calentamiento de la atmósfera, el océano y la tierra, es inequívoca. En concreto, el calentamiento que sufre el planeta, reflejado en un ascenso de las temperaturas medias, se debe fundamentalmente a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera como consecuencia de la actividad humana, a través de la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). Se estima que más del 40% de las emisiones que han provocado el actual calentamiento se han producido desde los años 90 y han dado lugar a que la temperatura global en superficie fuera 1.09°C más alta en el periodo 2011-2020 que en 1850-1900 (época preindustrial). De este ascenso global de 1.09°C, el IPCC atribuye 1.07°C a la acción humana, siendo la contribución de causas naturales, como ciclos solares o volcanes, tan solo de 0.1°C.
El cambio climático no sólo implica un aumento global de las temperaturas medias, sino también un aumento en la frecuencia y/o intensidad de eventos meteorológicos extremos. Estos eventos externos son diversos: olas de calor, precipitación torrencial, sequías o ciclones tropicales, con gran potencial de causar impactos socio-económicos negativos, especialmente en poblaciones y/o regiones vulnerables. Entre los posibles impactos negativos del cambio climático, a corto plazo, podemos citar un aumento de la mortalidad y morbilidad humanas relacionadas con eventos extremos (ej. olas de calor), inundaciones en zonas costeras, competencia por recursos hídricos, pérdida de biodiversidad, aumento del riesgo de incendios, etc. Aunque algunos cambios e impactos son ya inevitables, la implementación urgente de estrategias de adaptación y mitigación frente al cambio climático es clave para reducir tanto los daños como su magnitud.
Mientras que las medidas de mitigación buscan reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero a la atmósfera (causantes del cambio climático antropogénico), las estrategias de adaptación persiguen reducir los riesgos derivados del cambio del clima. Algunos ejemplos de medidas de mitigación incluyen la transición a fuentes de energía renovables, el aumento de la eficiencia energética, la adopción de prácticas de agricultura regenerativa, y la protección y restauración de bosques y ecosistemas para prevenir la erosión y la desertificación, promoviendo la captura de carbono atmosférico en los suelos. Entre las estrategias de adaptación, se incluyen la construcción de edificaciones e infraestructuras más seguras y sostenibles, la diversificación de los cultivos para su adaptación a las nuevas condiciones climáticas, la reforestación de bosques y restauración de ecosistemas dañados, investigación y desarrollo de soluciones innovadoras para la prevención y gestión de catástrofes naturales, entre otros. A pesar de ser estrategias diferentes, es crucial tener en cuenta que adaptación y mitigación son complementarias ya que, sin mitigación, una adecuada adaptación será más compleja.
En este contexto se enmarca DISTENDER, proyecto financiado por la UE donde participa KVC, que pretende desarrollar estrategias viables para la mitigación y adaptación frente al cambio climático, teniendo en cuenta sus posibles sinergias e interferencias, con el fin de garantizar el desarrollo de estrategias eficaces. En DISTENDER, estas estrategias se definen teniendo en cuenta un enfoque participativo que incluye la academia, administración pública, industria y ciudadanía. En el proyecto participan 5 casos de estudio a nivel europeo (país, ciudad, región) para los que se definirá un conjunto de estrategias.
- Austria: se ubica en la región alpina, donde las temperaturas ya han aumentado aproximadamente 2°C desde 1880. Además, tiene riesgo de inundaciones en parte por la fusión de los glaciares. Este caso de estudio es el único del proyecto a nivel nacional.
- Noreste de Países Bajos: es una región donde predomina la agricultura, donde el terreno ha sido artificialmente ganado al mar y que está experimentando cada vez más eventos meteorológicos extremos como precipitación torrencial.
- Dehesas extremeñas (España) y montados (Portugal): son sistemas agrosilvopastorales que albergan una gran biodiversidad, ofreciendo además múltiples servicios como la ganadería, caza, pesca, turismo o extracción de corcho, que ven amenazada su productividad por la sequía y las altas temperaturas, que a su vez aumentan el riesgo de incendios y la erosión del suelo.
- Guimarães (Portugal): es un caso de estudio a nivel local, afectado por incendios en las áreas limítrofes al municipio, sequías e inundaciones por precipitaciones torrenciales y crecidas fluviales.
- Turín (Italia): es la capital de la región de Piamonte y el segundo caso de estudio a nivel local. Aquí, el cambio climático intensifica las olas de calor extremo, la dispersión de plagas de insectos y la pérdida de productividad del suelo, además de incrementar riesgo de inundaciones por la fusión de glaciares alpinos.
Además, en el proyecto se desarrollará una herramienta de apoyo a la toma de decisiones para transferir el conocimiento generado en DISTENDER a la administración pública y, de este modo, promover una toma de decisiones informadas en materia de cambio climático. En este sentido, el IPCC indica que las «vulnerabilidades y los riesgos climáticos suelen reducirse mediante leyes, políticas, procesos participativos e intervenciones cuidadosamente diseñadas y aplicadas, que aborden las desigualdades específicas del contexto». Sin embargo, existen pocos enfoques y prácticas que sean capaces de unir la línea de puntos entre la ciencia climática y los procesos participativos debido a, entre otros factores, la falta de información adecuada entre los grupos sociales implicados, o la inadecuada planificación de las prácticas participativas. DISTENDER supone una respuesta a estos retos.
Como sociedad, nuestro próximo desafío recae en ser capaces de actuar con la contundencia que un problema global de este calibre requiere, priorizando la implementación de estrategias de adaptación y mitigación ambiciosas que favorezcan la equidad, así como la justicia climática y social mediante un desarrollo resiliente. No tener en cuenta estos factores en la transición hacia un sistema más sostenible puede tener como consecuencia una adaptación inadecuada, el agravamiento de la pobreza, el refuerzo de las desigualdades y la exclusión de comunidades vulnerables, que son, por otro lado, las que sufren en mayor grado los efectos del cambio climático.